El 4 de Noviembre volvimos al Impenetrable, está vez mejor organizados y con el programa de padrinazgo funcionando. En este segundo viaje fuimos con dos camiones con acoplados llenos de amor. Muy poca ropa, porque llega el verano y en la zona las temperaturas llegan a los 50º. Cada niño apadrinado recibió una caja, que armó su madrina llena de fe para que esa personita se sienta querida y no pierda la esperanza. El sueño de éstos niños es simplemente dormir en un colchón, llevamos más de 50, 45 bicicletas, 25 televisores, juguetes, cunas, ventiladores y mucho alimento para almacenar.
En la comunidad del barrio Wichí hay 120 familias y otras tantas en el barrio “Los lotes”, también wichís, todos nos recibieron con alegría, porque habíamos cumplido con nuestra palabra, habíamos vuelto y por eso nos dejaron entrar no sólo a sus casas, sino también en sus corazones, nos confiaron su desánimo y nos mostraron toda la pobreza que acumularon en más de 20 años. Cuando regresábamos, no hizo falta prometer que volveríamos, ellos lo saben.
De alguna manera ya somos parte de ellos, conocemos sobre su cultura, porque llegaron a estar en ésta situación, sus valores, sus necesidades reales. Hoy creemos saber cuál es la mejor forma de ayudarlos, sabiendo que el asistencialismo es efímero y lo que realmente importa es que éstas personas recuperen la fe y se desarrollen y puedan generar sus propios recursos. A partir de ahí diseñamos un camino para recorrer junto a ellos, acompañándolos en éste difícil objetivo de recuperar su dignidad, sus derechos y cambiar con voluntad esta absurda realidad.